Quieta como agua de estanque en las praderas
la zarandeada vida –a veces– se entona
se cristaliza como un silencio musical
cuando cierras los ojos recostado bajo los árboles densos
Ni el rumor del céfiro
Ni el azaroso aleteo de las aves sobre las ramas
Sólo el sonido de las hojas cuando caen sobre estas aguas
y el remolino tenue que como una tela de araña
se extiende fugaz
hasta perderse bisbiseando con los tallos y las algas.